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lunes, 2 de marzo de 2015

Baño de masas para Cristina Fernández en Buenos Aires

BUENOS AIRES. Miles de militantes kircheristas arroparon a la presidenta argentina, Cristina Fernández, en la apertura de su último discurso político al grito de "Cristina corazón", un clásico en las convocatorias del oficialismo.

Un mar de banderas argentinas y de pancartas con consignas oficialistas abarrotó la plaza del Congreso, en el centro de Buenos Aires, donde la mandataria inauguró el periodo de sesiones legislativas, el último de su mandato.

Dos gigantescas banderas argentinas con los rostros de Cristina Fernández y de su esposo y antecesor, el fallecido Néstor Kirchner (2003-2007), colgaban de los extremos de la fachada del imponente edificio del Congreso, junto a grandes pantallas que transmitían la imagen del interior de recinto para los miles de militantes concentrados en las inmediaciones desde primera hora de la mañana de ayer.

Convocada bajo el lema "1-M, Todos con Cristina al Congreso", la movilización se ha convertido en una demostración de fuerza del kirchnerismo en pleno año electoral.

En primera fila, las organizaciones juveniles kirchneristas, empezando por La Cámpora, bastión del voto joven del oficialismo dirigida por Máximo, el primogénito de los Kirchner, para continuar con Unidos y Organizados y Nuevo Encuentro, entre otras.

"Los que traicionan se van con (Sergio) Massa; nosotros somos los soldados de Cristina", coreaban los militantes, llegados de todos los puntos del país en cientos de autobuses que bloquearon el tránsito en el centro de la capital y en trenes, hoy gratuitos en el horario del acto encabezado por la presidenta.

Al menos 400.000 personas, según la agencia oficial Télam, respondieron a la llamada del kirchnerismo, curiosamente la misma cifra que, de acuerdo con la policía metropolitana, acudió a la llamada "marcha del silencio" convocada por un grupo de fiscales, el pasado día 18, en memoria del fallecido Alberto Nisman -que murió en extrañas circunstancias tras denunciar a la presidenta por encubrimiento terrorista.

Dicha marcha fue descalificada por el Gobierno por considerar que tenía sesgo opositor.

Fortalecida por el reciente fallo judicial que desestima la denuncia de Nisman, la mandataria se presentó ante sus simpatizantes alegre y risueña antes de iniciar un discurso que se prolongó durante más de tres horas, una de sus intervenciones más largas.

En el Congreso, la presidenta desgranó los logros de su gobierno, mencionó a Kirchner, a Perón y a Evita y no escatimó elogios para su equipo económico ni críticas para el Poder Judicial, enfrentado abiertamente con el Gobierno.

En los palcos para los invitados, donde por primera vez no se permitieron pancartas ni banderas partidistas, políticos, activistas y actores, como Pablo Echarri.

Una larga ceremonia que aburrió a más de uno, a juzgar por las cabezadas de al menos dos de los invitados: el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, (oficialista) y el rabino Sergio Bergman (de la opositora Propuesta Republicana).

Mientras, la presidenta se despedía: "Les dejo un país muy cómodo. Difícil para los dirigentes, pero cómodo para la gente".

Una advertencia a tener en cuenta para los aspirantes a ocupar el sillón presidencial en las elecciones del próximo octubre que se presentan como una de las convocatorias más reñidas de los últimos años.

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